Época:
Inicio: Año 1 A. C.
Fin: Año 1 D.C.

Antecedente:
JUNIPERO SERRA Y LAS MISIONES DE CALIFORNIA

(C) José-Luis Anta Félez



Comentario

CAPITULO XXV


Viaje de los treinta Misioneros que salieron del Colegio

para ambas Californias.



Aunque eran grandes los deseos del Exmô. Señor Virrey, de que sin pérdida de tiempo se embarcasen los treinta Misioneros, y para el efecto dio sus superiores órdenes; pero por no estar prontos los Barcos no se embarcaron hasta Enero y Febrero del siguiente año 71, no obstante de haber salido de México por Octubre del de 70, pues hubieron de estar detenidos en el Hospicio de Tepic.



De allí salieron los diez destinados para Monterrey, y se embarcaron en el Paquebot S. Antonio a 2 de Enero del citado año de 71; y después de cincuenta y dos días de navegación algo penosa, por haber padecido bastantes borrascas, llegaron sin novedad al Puerto de S. Diego el 12 de Marzo, hallando ya allí a los Padres Ministros de aquella Misión (que ya tenían bautizados algunos Neófitos) accidentados todos de escorbuto. El Capitán dejó en San Diego parte de la carga, y se volvió a embarcar el día 10 de Abril, y con él los Padres Misioneros, para pasar a tomar la bendición del R. P. Presidente, que se hallaba en Monterrey, y recibir cada uno su destino e instrucciones.



Los veinte Religiosos señalados para la antigua California se embarcaron en el Paquebot San Carlos a principios de Febrero y en su navegación tuvieron mucho que padecer, a causa de que habiendo salido del Puerto de San Blas, comenzaron luego a experimentar la contrariedad de vientos y corrientes, hasta bajarlos mas allá del Puerto de Acapulco. Considerándose tan lejos, y apartados de la Península de su destino, y que la agua era poca, quiso el Capitán arrimarse a tierra para hacer aguada, y probando fortuna, se arrimó a un mal Puerto nombrado la Manzanilla, donde se vieron en evidente peligro de perderse, por haber varado el Paquebot, con cuya Lancha tuvieron que echar tierra a todos los Padres en un despoblado de las Costas de Colima. Habiendo dado el Barco muchos golpes, se maltrató el timón, y saltaron las tablas del forro de la quilla: por esto recelaban hubiese quedado el Paquebot imposibilitado de hacer viaje; y así lo noticiaron al Exmô. Señor Virrey.



Viendo S. Excâ. esta desgracia y atraso, dispuso que los Misioneros caminasen por tierra hasta la Provincia de Sinaloa a ponerse en frente de Loreto, para hacer desde allí la travesía de sesenta leguas de golfo, con uno de los Barcos de la California. Hiciéronlo así, 5, en el dilatado viaje de trescientas leguas, murió un Religioso, llegando los demás al Real de los Alamos, donde descansaron, hasta que hubo oportunidad de Barco que los transportase.



Cuando la orden de S. Excâ. llegó, ya el Capitán había mandado registrar el Paquebot, y reconocido que teniendo pronto remedio su daño, podría hacer viaje dentro de poco tiempo; pero no obstante, los Padres eligieron caminar por tierra, excepto dos que a ruegos del Capitán se quedaron para venir en el barco; y habiendo salido de Manzanilla, y navegado para la California, tuvieron vientos tan contrarios, que les dilató la navegación hasta fin del mes de Agosto, pues el día 30 de él dieron fondo en la Rada de Loreto; y teniendo entonces noticia de los demás Misioneros, el Señor Gobernador, despachó el Paquebot la Concepción para que los condujese, y desembarcaron en la misma Rada a 24 de Noviembre de 71.



A este tiempo me hallaba yo ausente; pero luego que tuve noticia del arribo de los Padres a Loreto, escribí al Señor Gobernador pidiéndole los Soldados necesarios, a lo menos para dos Misiones, para pasar a fundarlas inmediatamente, como me lo encargaba S. Excâ. y me respondió, que tenía encargo del mismo Señor Exmô. para darme aquella Tropa; pero que se hallaba sin ninguna, por no haber todavía regresádose de Monterrey la que pertenecía a Loreto: Que teniendo pedidas al Gobernador de Sonora unas Reclutas, luego que llegasen me aprontaría el socorro pedido, pues al presente estaba imposibilitado; y que de todo daba cuenta a S. Excâ. En vista de la imposibilidad de fundar por entonces ninguna Misión, repartí por las antiguas los diez nueve Misioneros, y dí cuenta al Colegio y Superior Gobierno.



Llegaron a México las Cartas del Señor Gobernador y las mías, a tiempo que habiendo cumplido el suyo el Exmo. Señor Virrey Marqués de Croix, había entrado a gobernar el Exmô. Señor Bailio Fr. D. Antonio María Bucareli y Ursua; y el Illmô. Señor Visitador General D. José de Gálvez se había retirado para la Corte al Real y Supremo Consejo de Indias, del que entonces era Consejero, y hoy del de Estado, Gobernador de aquel, y Secretario de Estado y del Despacho Universal de Indias.



Con estas mutaciones, y entretanto que el nuevo Exmo. Señor Virrey se enteró de los asuntos de tan vasto Gobierno, hubo la detención que impidió dar principio al Establecimiento de las cinco Misiones, que debían fundarse en el terreno que media entre Vellicatá y S. Diego, como queda dicho: Y resultó asimismo la pretensión de los Reverendos Padres de la Provincia de Santo Domingo de México, para tener parte en estas espirituales Conquistas, para cuyo logro consiguieron Real Cédula, en que mandaba S. M. se le entregase una o dos Misiones con frontera de Gentiles. En vista de ella les respondió el Exmô. Señor Virrey, que se viesen con el P. Guardián del Colegio de San Fernando, que lo era entonces el R. P. Lector Fr. Rafael Verger, hoy Obispo del nuevo Reino de León. Hízolo así el Prelado de los Reverendos Padres Dominicos, y enterado el nuestro de la pretensión por nueva Cédula que habían conseguido de S. M., y sabiendo que la antigua California no era divisible, por ser una lengua de tierra entre los dos mares, y que sólo podría tener efecto, mezclándose ambas Religiones, de que se seguirían, o podrían seguirse graves inconvenientes; le respondió al R. P. Prelado Dominico, que no podía ser el que ambas Religiones estuviesen en aquel sitio; que si su Paternidad quería todas las Misiones que antes administraban los Reverendos Padres Jesuitas, se las cedería, como también la que se acababa de fundar nombrada San Fernando, y se le quedaba esta Frontera con el tramo de cien leguas, pobladas de Gentiles por la Costa, hasta llegar al Puerto de San Diego inclusive; en cuyo tramo estaban mandadas fundar cinco Misiones; y que su Paternidad se podría hacer cargo de su establecimiento. En todo convino aquel Prelado, y firmado así de él, como del nuestro este Contrato, se presentó al Exmô. Señor Virrey, quien se dignó confirmarlo en Junta de Guerra y Real Hacienda celebrada en 30 de Abril de 1772, con cuya misma fecha expidió el Decreto para su cumplimiento, que se verificó en el mes de Mayo del siguiente año de 1773, en que llegaron a la California los Reverendos Padres Dominicos, y les hice la entrega de las citadas Misiones. Quedó ya con esto nuestro Colegio libre de aquella carga, y con mayor desahogo para atender a estas Conquistas de Monterrey que estábamos en la antigua, y los demás se retiraron al Colegio de S. Fernando.